sábado, 19 de marzo de 2011

DOMINGO II DE CUARESMA

La transfiguración

Al domingo de las tentaciones, sigue el de la transfiguración. Esto nos recuerda que, si perseveramos y superamos las pruebas, podremos contemplar el rostro glorioso de Cristo.

El Mesías sufriente. La transfiguración tiene lugar después de la confesión de Pedro en Cesarea («Tú eres el Mesías», Mc 8,29) y del primer anuncio de la pasión («Jesús empezó a enseñarles que tenía que padecer mucho», Mc 8,31), antes de iniciar el viaje que le llevará a la muerte (Mc 9,2ss). El contexto explica el mesianismo de Jesús, al que no caracteriza el poder, sino el servicio; no la gloria humana, sino la humillación. Pedro no lo entiende, porque le parece imposible que el Mesías deba sufrir. Como sus contemporáneos, esperaba un Mesías fuerte y poderoso. Esto explica muchos de los malentendidos que más tarde tendrán lugar (las discusiones sobre qué discípulo será el más importante en el reino, las preguntas sobre cuándo se establecerá, la petición de sentarse a su derecha, etc.)

La montaña y la nube. El evangelio subraya que la transfiguración tiene lugar en una «montaña alta» (Mc 9,2; Mt 17,1), lo que la pone en relación con otros montes bíblicos, como el Sinaí, donde Dios hizo alianza con Moisés, y el Carmelo, donde la renovó con Elías. De hecho, ambos están presentes en el Tabor, para dar testimonio de Cristo, el mediador de la definitiva Alianza, que se sellará en el Calvario.

La nube simboliza la presencia de Dios. En el desierto, Dios se señalaba por medio de una nube que «descendía» sobre la tienda del encuentro, «cubriéndola» con su sombra (Ex 24,15-18). Esa misma nube es la que «descendió» sobre María y la «cubrió» con su sombra para fecundarla (Lc 1,35) y ahora «desciende» sobre Jesús y le «cubre» (Mc 9,7). Es significativo el uso de los mismos verbos en los tres textos.

Los testigos y la conversación. Los discípulos presentes (testigos del poder de Jesús) se encontrarán también en Getsemaní (testigos de su debilidad). Así podrán dar testimonio de la gloria del Siervo. Su miedo es el temor sagrado de quienes descubren la identidad de Jesús, al mismo tiempo Mesías y Siervo. En la transfiguración, vieron la gloria de Dios en la debilidad de Jesús; la divinidad en su humanidad; su salvación en el camino de la cruz.

De gran importancia es la presencia de Moisés y Elías. El primero se encuentra en los orígenes del judaísmo y el segundo era esperado al final de los tiempos, para preparar la llegada del Mesías. Representan «la Ley y los Profetas» (expresión común en la Sagrada Escritura para referirse a toda la Biblia) y dan un testimonio concorde: que Jesús cumple las esperanzas de Israel, que es el Profeta definitivo, que anuncia la Palabra de Dios.

La conversación. San Lucas señala que «hablaban de su muerte (en griego éxodos), que iba a consumar en Jerusalén» (Lc 9,31). En su diálogo con el Padre, con la Ley y los profetas, se confirma que Jesús es el siervo de YHWH, que debe pasar por la cruz para llegar a la gloria. Una vez más, asume la misión para la que ha venido al mundo y acepta la voluntad del Padre. Así muestra que la verdadera oración consiste en unir nuestra voluntad a la de Dios.

Anticipo de la resurrección y de la gloria futura. Siguiendo a los Santos Padres, la liturgia ve en la transfiguración un anticipo de la resurrección: «Cristo, después de anunciar su muerte a los discípulos, les mostró en el monte santo el resplandor de su gloria, para testimoniar, de acuerdo con la ley y los profetas, que la pasión es el camino de la resurrección». Si la transfiguración de Cristo es anticipo de la resurrección de su cuerpo mortal, también revela nuestro destino final, ya que es anuncio de la futura glorificación de su cuerpo místico, del que formamos parte.

La Iglesia quiere subir con Cristo al monte, aunque le cueste trabajo. En el momento oportuno, también ella será transfigurada y se manifestará «resplandeciente de gloria, como una piedra preciosa deslumbrante» (Ap 21,11). Pero antes tiene que estar dispuesta a pasar por el crisol de la humillación y de la cruz, como su Esposo. Si a veces Dios nos permite contemplar la gloria de Cristo, es para fortalecer nuestra esperanza y para animarnos en el camino hacia Jerusalén.

P. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.

2 comentarios:

CMSBADALONA dijo...

Cuando más nos acercamos a la oración, y de la oración al misterio, Dios actúa con mayor fuerza en nuestras vidas.
Que la Transfiguración del Señor sea aliciente para nuestro apostolado, como lo fue para Pedro, Juan y Santiago.
CMS BADALONA

CMS Trigueros dijo...

CÁMBIAME, SEÑOR
Para que, mi rostro al igual que el tuyo
sea irradiación del Dios que vive en mí y tanto quiero
Y, descubriéndolo como mi todo y mi vida
hable de tal manera con El
que, en el monte de mi existencia,
pueda exclamar: ¡QUÉ BIEN SE ESTÁ AQUÍ!
CÁMBIAME, SEÑOR
Que cuando la prueba me asalte en el camino
sepa que, tu presencia, me acompaña
me guía, me consuela y me empuja a seguir adelante
Que, cuando mire al cielo, como Tú miraste
crea, escuche y me embargue
la presencia de un Dios que se fía de mí
que confía en mí y que tanto espera de mí.
CÁMBIAME, SEÑOR
CMS Trigueros